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Arquitectos: Verne Arquitectura
- Área: 400 m²
- Año: 2017
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Fotografías:Josema Cutillas, Pablo García Esparza
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Es un fuerte muro de hormigón el elemento que despliega el proyecto. El muro, en unas zonas esbelto y en otras zonas semi-enterrado, es un mecanismo de protección: por un lado, protege a la vivienda de las orientaciones negativas –el norte y el oeste- y, por otro lado, la protege también de vistas y de miradas desde las parcelas aledañas. Es, además, un mecanismo de contención de tierras, puesto que permite a la vivienda generar espacios llanos y adaptarse al fuerte desnivel del terreno.
El muro, entonces, traza un claro gesto en “L” cuya consecuencia es muy clara. La vivienda se abre así plenamente hacia un jardín horizontal y muy privado, orientado hacia el sur y hacia el este. La fachada que vuelca sobre tal jardín es suave y cálida: se configura mediante lamas de madera de iroko y grandes paños de vidrio –son las habitaciones en el cuerpo largo y el salón en el cuerpo corto-. En cambio, las fachadas norte y oeste son más duras, son el ámbito del muro, la espalda de la “L”; dominan el hormigón y paneles de zinc. Tan sólo unas troneras coloreadas admiten la entrada de luz en puntos muy concretos.
Un segundo gesto en “L”, trazado mediante un muro menor, genera el cuerpo bajo donde se albergan el vestíbulo, la zona de servicio y el garaje. Este cuerpo es también un elemento defensivo: su fachada frontal, abstracta y determinada por la madera de iroko, impide cualquier vista del interior, y su fachada trasera, generada por el citado muro, actúa como peto desde el jardín: lo protege así de la calle de acceso y hace que todas las vistas desde su interior se dirijan hacia el paisaje lejano.
Constructivamente, la casa se entiende como un juego de planos, no busca ser un lenguaje de cajas o de volúmenes. Así, los citados muros de hormigón son los planos limítrofes hacia el terreno; las superficies de madera de iroko son los planos que generan el cerramiento hacia el jardín y, por último, la gran cubierta de zinc es un plano que vuela, que levita sobre el muro. De hecho, su estructura queda suspendida del muro mediante pilares metálicos. Y son unos esbeltos pilares metálicos, también, los que sustentan la cubierta en el plano de la fachada del jardín.
Es una casa discreta, introvertida; y su espacio estrella, el jardín central, es un ámbito tranquilo y suave, natural, que escapa de cualquier sensación de exposición. Resulta imposible percibir, una vez situados en el centro de tal espacio, que la casa se encuentra en una urbanización de parcelas muy estrechas y expuestas. Los materiales son naturales, podría decirse que sinceros, pues no se revisten ni se pintan: el hormigón con la textura de tabla de madera aserrada, el zinc (zinc natural, no pre-patinado) y la bella madera de iroko tratada mediante aceites a poro abierto.
En el interior, en cambio, el discurso material es, casi, el opuesto. La crudeza de los materiales naturales que dominan el exterior da paso a las superficies tersas y blancas de los tabiques y de la cara inferior de la cubierta. Aparecen, no obstante, retazos de la “sinceridad” material que caracteriza al ámbito exterior: por ejemplo, los suelos de las habitaciones y ciertos paramentos verticales se revisten de madera natural de pino danés; o, también, los pilares, aunque pintados en blanco, quedan siempre vistos desde el interior. En resumen, el ámbito interior es un ambiente más abstracto, determinado por las formas inclinadas de los techos y de ciertos tabiques, y por la luz tan suave que resbala por ellos.
Quizá sea el salón el punto culmen del proyecto. Es el final de la “L”, el espacio interior de mayor tamaño y el ámbito donde el interior y el exterior se funden. Una enorme corredera de vidrio y el porche que crea la cubierta, permiten el uso de este espacio como una continuidad del propio jardín. Así, a su espalda queda la cocina y la suave madera de pino danés, y en su frente, enmarcado por la baja altura del porche (exactamente 236 cm) y el techo inclinado, queda el jardín y las vistas a los montes de la cuenca de Pamplona. Aislamiento, privacidad y la naturalidad de ciertos materiales tratados con mucho esmero son, en definitiva, los ingredientes de esta obra residencial.